Diario de las pesadillas de un loco

Tengo vagos recuerdos de lo que ha pasado en los últimos días, sólo vienen a mi mente imágenes sin mucho sentido, pero que me hacen saber que me enfrente a cosas terribles y que hoy estoy acostado en una cama que no conozco, rodeado de desconocidos con caras atroces.

Hace 2 días salí de casa con la clara convicción que estoy loco, cuando por la mañana vi cienpies caminando alrededor de mi cama, pero no creí que fuera algo digno de atemorizarme, simplemente pensé que eran producto de las altas dosis de cafeína que he bebido las últimas horas, derivado de un insomnio provocado. Este insomnio, este no querer dormir tienen su razón de ser en la mujer rubia que me persigue todas las noches en mis pesadillas, ora con bata de hospital psiquiátrico y su largo cuchillo de cocina, amenazándome, señalando el fin de mis días; ora con un vestido vaporoso de color azul y el cabello alborotado, tratando de entrar por la ventana de mi cuarto. He tenido pánico de dormirme y verla de frente, así que contrario a mis costumbres, he decidido mantenerme en la vigilia toda la noche y esperar a que el sol me brinde un poco de consuelo ante mis temores.

Así que en esta desesperación, con un temblor de manos que no me dejó fumar un cigarrillo, caminé por la calle hace 2 días -o habrán sido 3-, sin un rumbo definido, pues he dejado botado el trabajo, no valía la pena dar explicaciones a mi jefe sobre las posibilidades infinitas de tener a un loco entre sus filas, escuchar las risas silenciosas y observar las miradas quisquillosas de mis colegas -que se pudran todos en sus vidas ideales de basura-, tengo mucho que atender ante esta poca conciencia que me queda, resolver el mal que está carcomiendo mi cerebro a grandes mordidas.

Procuré fijar mi mirada en un punto que estaba delante mío, hasta que de pronto sentí que el temblor de mis manos se extendía a mis brazos, a las piernas, al corazón y me derrumbé gritando con un pavor nunca antes conocido, escuché a lo lejos mi propia voz, de pronto comencé a tener alucinaciones, que iban in crescendo, veía un incendio a la distancia, así como gente de mi pasado alrededor mio diciendo cosas que no alcanzaba a comprender, después de eso tengo al idea que mi cerebro se puso en off, seguramente decidió ir a pasear después de ver que mi vida se estaba yendo al diablo para siempre.

Me veo detenidamente las manos y los pies, estoy amarrado a una cama, no sé cuántos días han pasado, ni quién me hizo el favor de mandarme a este infierno que arde pavorosamente; veo esas caras a mi alrededor y cuerpos que caminan con dificultad, que no hablan y sólo me miran con ojos curiosos; veo que se acercan las doncellas de la muerte, mis enfermeras, y me dan el medicamento que -dicen- he escupido una semana completa desde que llegue a este sitio.

Una semana completa con el cerebro muerto, sin recuerdos, sin luz, sin nada que me diga que no me morí y resucite nada más para arder en este infierno. No soy radical al pensar en ello, pues al despertar en este lugar y echar un vistazo pienso que sí estoy en él y que dentro de mi estoy librando una batalla con el diablo, así que lo voy a dejar dormir a mi lado, para que piense que soy uno más de sus vencidos. Me estoy durmiendo… -¿por qué me hacen esto? No quiero dormir, escúchenme, ella va a venir por mí, no me dejen en esta oscuridad-…

Me cuesta trabajo volver a la realidad, otr avez me perdí en el tiempo, pero ahora fue distinto, en mis sueños quería volar y llevarme el dolor a la garganta; hace días que el diablo no me deja los pensamientos en paz, siempre susurrando sin decirme qué quiere de mí, enviando a una muerte para que me deje mensajes debajo de la almohada, que no me llevan a nada; estoy alterado y de mal humor por las ojeras que empiezo a ver en mi rostro, ya no quiero dormir amarrado, esta noche tengo planeado robar el cuchillo de la cocina y saltar la barda; el cuchillo servirá para ajusticiar al que se interponga, no quiero más esta cama, no quiero más peleas nocturnas con estas pesadillas, me largo antes de que la mujer vuelva y ahogue mis gritos y mi vida entera.

Tengo el rostro al rojo vivo por esta rabia incontrolable provocada porque nadie me dice nada, los médicos no me dicen nada, mi familia no viene a visitarme, soy un pobre loco encerrado en estas cuatro paredes sin ventanas, tal vez lo mejor sería que me dieran un trago de veneno para que todo acabara de una vez. Respira profundo  -me dice mi voz interior-, roba el cuchillo de la cocina -me dice la otra-, ¿por qué no me llevas de una vez por todas? Maldita sea!

Esta desesperación me convence de no pararme de esta cama hasta esta noche de fuga, aun cuando quieran obligarme a ir al comedor a enfrentarme a la realidad, aun cuando griten mi nombre 3 veces para que me tome el medicamento que me hace estar «equilibrado mentalmente», aun cuando mis vecinos me roben mis cosas; que se lleven todo, es más…que se lleven el mundo completo y ahora sí me dejen en la total oscuridad, para que vengas por fin a decirme por qué soy objeto de tus juegos más viles.

Me empiezo a sentir mareado, tengo una terrible sensación que me está comiendo las entrañas, tengo la terrible sensación que la mujer rubia está aquí, entre nosotros -no dejen que se acerque-, esta noche me largo -alguien que la detenga, amárrenla a otra cama, ella también perdió la cordura-; sin embargo, la respuesta a mis plegarias o gritos está camino al protagonista de esta historia, pues volteo el rostro y ella está aquí, en la puerta de la cocina, caminando hacia mi; pienso que estoy soñando; pero no, no lo estoy, la gente a mi lado también la observa y la deja pasar en señal de victoria, veo en sus ojos mi propia locura y desesperación, veo que trae el cuchillo de cocina que me salvaría esta noche de morir. Esto acaba de comenzar, -voy a morir- que gane el mejor…

Esta entrada se publicó el octubre 5, 2011 en 1:55 am y se archivó dentro de Los Diarios de la Vida. Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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